Cuando un país tiene una economía sana, el ahorro es una parte fundamental de la vida personal y familiar, porque permite tener objetivos a largo plazo, como la compra de una vivienda, mandar a un hijo a la universidad o un fondo frente a momentos de crisis.

La economía argentina se caracteriza por poner trabas a la capacidad de ahorro, especialmente para los jóvenes.

Hace poco se viralizó este video.

“Para mí somos la generación de fingir demencia. Lo digo posta. Es como que el país se está prendiendo fuego y vos vas a un boliche y el boliche está lleno”, dice la joven en el video.

Muchos argentinos ven cómo, en medio de una crisis económica grave, el consumo se mantiene alto para una parte importante de la sociedad.

La principal razón es la inflación. La de Argentina, entre las más altas del mundo. No hay posibilidad de ahorrar porque la inflación hace que cada mes el dinero valga menos que el anterior.

Por esa misma inflación tampoco hay crédito hipotecario para viviendas, indicador de una planificación a largo plazo.

Por todo esto, muchos tienen una sola posibilidad para hacer valer lo que ganan con su trabajo: gastar. En lugar de guardar el excedente de pesos en el banco, y padecer la tasa de interés real negativa con bajo retorno, ante la imposibilidad de comprar dólares de manera legal o la dificultad para utilizar herramientas más sofisticadas de ahorro, muchos consideran una mejor inversión usar esos pesos para comprar productos que, se sabe, en poco tiempo van a valer más de lo que valen ahora.

Así es que vemos fenómenos de consumo que no parecen coincidir con la situación macroeconómica del país, que en la última década no ha generado empleo privado formal y ha visto caer su PBI per cápita al 13%.

Los restaurantes llenos, el turismo local con alta ocupación o los conciertos de Coldplay en River, son algunos ejemplos.

Pero un país sin ahorro o crédito, es un país sin futuro en el que se vive un presente continuo sin perspectivas de largo plazo.

El ahorro y el crédito son herramientas con las que las personas construyen un futuro mejor que el presente. Cuando no existen, “fingimos demencia” y vivimos en el presente, pensando que no vale la pena apostar a largo plazo por el país.