POLITICA
21 de octubre de 2025
Votar para qué: apoyo, freno o contrapeso en Tucumán

La elección se plebiscita: Milei ordena las lealtades y las resistencias. El oficialismo provincial retiene aval entre los propios y apuesta a “cuidar la casa”. Los indecisos, por ahora, se inclinan a apoyar al Presidente.
En Tucumán, la elección a diputados se está cocinando con un condimento claro: Milei sí o Milei no. Más que una pelea de sellos o apellidos, el voto aparece como un gesto de aprobación o castigo a la Casa Rosada. Cuando se les pregunta por quién se inclinarían, buena parte de los electores decide en función de la postura del candidato frente al Presidente. Entre quienes eligieron a Ricardo Bussi y Roberto Sánchez en 2023, la idea es “mandar apoyo” a Milei (99,2% y 92,0%, casi un reflejo automático). Del otro lado, entre los que votaron a Osvaldo Jaldo, predomina “ponerle un freno”: 87,97% preferiría candidatos que se le opongan. El mensaje es directo: que en el Congreso se refuerce o se contrapesen las reformas nacionales.
La motivación que asoma detrás de esa grieta es bien concreta. Para un segmento, apoyar a Milei es no aflojar: creen que, con tropiezos, el rumbo hay que sostenerlo. Entre quienes lo votaron a Presidente el año pasado, la fidelidad sigue firme: 94,9% dice que volvería a elegir candidatos que lo respalden. Incluso parte del voto Bullrich —más moderado— se inclina a acompañarlo (76,9%). En espejo, los votantes de Massa —y en general quienes la pasaron peor con el ajuste— prefieren marcar límites (97,6% prioriza postulantes opositores a Milei). Es un voto que mezcla bolsillo y señal política: “apuren el cambio” vs. “bajen un cambio”.
También se ve una brecha generacional. Entre los jóvenes (18–35) hay empate técnico: prácticamente mitad y mitad entre apoyar u oponerse a Milei. Pero, a medida que sube la edad, crece la idea de poner contrapesos (35–65: 55,8% oposición; +65: 62,6%). ¿Por qué? Los mayores suelen ser más sensibles a los costos del ajuste y a la previsibilidad del día a día; los más jóvenes, con menos recuerdos de “lo anterior”, toleran un poco más el riesgo de seguir probando.
Ese humor electoral convive con dos termómetros. Primero, el nacional: en las franjas adultas y mayores sube la oposición total a las medidas del Gobierno (48,8% y 60,5% respectivamente), señal de cansancio con el impacto de la macro en la vida cotidiana. Segundo, el provincial: entre los votantes de Jaldo se consolida la validación del rumbo local (79,3% dice que la provincia “va por el camino correcto”), lo que refuerza el incentivo a “defender la casa” en la boleta legislativa. En criollo: una cosa es Milei en Buenos Aires y otra Jaldo en Tucumán.
En imágenes, Milei llega con saldo negativo (53,6% de negativa) y Jaldo en empate técnico (43,5% positiva y 43,5% negativa). Eso alimenta dos campañas espejo: la nacionalización del voto —convertir la elección en un veredicto sobre el proyecto libertario— y la provincialización —anclar el voto en la gestión tucumana—. Según cómo se imponga cada relato, el resultado puede moverse un par de puntos clave.
¿Y los indecisos? No son muchos, pero atentos: en este corte, quienes no se definieron en 2023 tienden a inclinarse por apoyar al Presidente cuando se les pide elegir un perfil de candidato (80,7% “apoye a Milei”). Pequeñas olas que, en una elección pareja, mueven bancas.
Tucumán no discute sólo nombres; discute un mandato. Unos piden profundizar el cambio, otros amortiguarlo. Lo que se vota no es únicamente quién nos representa, sino para qué: para empujar o para equilibrar. Y ahí está la verdadera intencionalidad del voto tucumano rumbo a octubre.
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