La sorpresiva baja de la inflación a 1,5% en mayo abrió el debate entre los economistas sobre su proyección para los próximos meses. Miguel Kiguel (Econviews) destacó que la reducción del núcleo inflacionario (a 2,2%) es "un salto hacia abajo" que anticipa una mejora sostenida, aunque advirtió: "No hay que exagerar, la inflación no está muerta". Su pronóstico se alinea con el consenso: una convergencia hacia el 2% mensual.

Diego Martínez Burzaco (Inviu) fue más optimista: "El dato acelera el proceso de desinflación", señalando que los alimentos —clave para los sectores vulnerables— subieron solo 0,5%. Sin embargo, aclaró que los precios estacionales (como frutas y verduras) podrían dejar de colaborar, lo que limitaría futuras caídas. Osvaldo Del Río (Scentia) reforzó esta visión, mostrando que los bienes de consumo masivo ya registran aumentos inferiores al promedio.

Sebastián Menescaldi (EcoGo) agregó otro matiz: "Parte de la baja es por reversión de subas previas", especialmente en combustibles y productos frescos. Aunque valoró el descenso del núcleo (de +3% a 2,2%), subrayó que su evolución dependerá de la estabilidad cambiaria y la política monetaria.

El escenario base de los analistas apunta a una inflación entre 1,8% y 2,5% hacia fin de año, con riesgos: un posible repunte de tarifas reguladas o tensiones cambiarias podrían frenar la tendencia. La próxima prueba de fuego llegará en julio, cuando se diluya el efecto estacional.